Llevando a un bebé con necesidades especiales
Por: Sally Gillespie 2006 Como madre de un niño con un severo retraso del desarrollo, no puedo imaginar mi vida sin el porteo (el término «porteo» lo utilizaré en este artículo para distinguir entre llevar al bebé en un portabebés y llevarlo en brazos). Cuando nuestro segundo hijo llegó a los 10kg tuvimos que empezar a usar el carrito cuando íbamos a la compra . Pesaba demasiado para usar los cucos que se acoplan al carrito, pero no podía sentarse incorporado para usar los asientos estándar. Un cochecito, el carro, dos niños pequeños y la compra de un mes en una tienda abarrotada, me hizo pensar que tenía que haber una manera mejor. Durante mi búsqueda de alternativas, descubrí el mundo de los fulares portabebés. Para nuestro siguiente viaje a la frutería pude llevar a mi hijo a la espalda y dejé el carrito en casa. Un lugar feliz. Alrededor de un mes después de empezar a portar, estuvimos en un curso de cinco días en la que había 13 eventos diferentes. ¡Eso es UN MONTÓN para que lo aguante un niño de 19 meses! Cuando necesitaba dormir, le podía poner en un portabebés y así, él descansaba, física y emocionalmente, al mismo tiempo. Ayuda al desarrollo. Parte de la terapia física de nuestro hijo era (y es) hacer que adquiera buenas posturas al estar sentado. La fuerza de la parte superior de su cuerpo mejoró significativamente, y estoy segura de que fue, en parte, por ser portado. Además, me resulta más fácil recordar hablarle cuando le llevo cerca de mí. Nuestra hija mayor quería charlar constantemente. Sin embargo, con nuestro segundo hijo, notaba que yo tanía que hacer un esfuerzo para hablarle directamente a él mientras estaba ocupada haciendo cosas. La vida sigue. Involucrarle día a día en los quehaceres domésticos se ha hecho también mucho más fácil. Cargarlo requería las dos manos, por lo que tenía que, o bien hacer varios viajes, o bien dejarle solo mientras yo hacía otras cosas. Con mi niño en la espalda podía, por ejemplo, tender la colada, y ocuparme de la mayor, sin desatender al pequeño. Hermanos. Apoyar las emociones de los niños es, obviamente, importante en todas las familias y aún más cuando se tiene un hermano con necesidades especiales. Idealmente, en los momentos en los que el mundo de mi primogénita se desmorona, lo dejo todo y la atiendo sólo a ella. Cuando esto no es posible, le gusta subirse en mi espalda, lo que me permite terminar unas cuantas cosas mientras ella se esconde de las preocupaciones mundanales y se refugia junto a su mamá. Ahora que Adonijah es hermano mayor, porto a los niños más que nunca. Nuestro recién nacido puede ver el mundo desde mi espalda, y después caer en un placentero sueño escuchando los latidos de mi corazón, y aún puedo atender a los otros dos. Puedo sentarme a la mesa mientras la mayor desayuna, y mi regazo sigue libre para darle de comer al segundo. Puedo trabajar con mi hijo de necesidades especiales sin necesidad de escoger entre él y el bebé. Con uno portado y otro en los brazos soy capaz de hacer cosas simples, como acompañar a las visitas hasta su coche. Refinando el arte. Muy a menudo, tenemos que refinar algunos nudos para cubrir nuestras necesidades particulares. Cuando empezamos con la mochila cruzada tenía que poner la cruz superior de forma que sujetara la cabeza de mi hijo. Cuando estaba aprendiendo el canguro detrás, tenía que envolverle para lograrlo. Nunca he tenido mucho éxito con los nudos delanteros, pero tened en...
Read MoreLlevando en Portabebés a un bebé con parálisis cerebral
La experiencia de una madre durante el primer año de vida de su hijo. Debido a una hipoxia durante el nacimiento, nuestro hijo tiene una parálisis cerebral que le ha causado retrasos en su desarrollo. Llevar a un niño que tarda más en alcanzar simples logros como sujetar su cabeza, sentarse o rodar puede ser un reto importante. El bajo tono muscular es la constante con nuestro niño, aunque hemos experimentado algunos momentos espásticos; ambas cosas pueden hacer difícil colocar al bebé, pero con práctica uno puede dar con la mejor manera de hacerlo. Así mismo, diferentes portabebés han sido más exitosos para nosotros en diferentes etapas del crecimiento de nuestro hijo. Aquí presento nuestra experiencia llevando a nuestro hijo con los portabebés que tenemos: Bandolera de anillas, rebozos, fulares y portabebés de inspiración asiática. Esperamos que esto ayude a otras personas con hijos con necesidades especiales. Llevar a nuestro hijo en portabebés nos proporciona la alegría y el privilegio de tener al niño cerca de nosotros. Dado que nuestro hijo no puede aún moverse de manera independiente como para explorar el mundo, llevarle encima nos ayuda a enseñarle la naturaleza, la actividades domésticas, juegos, deportes, gente y muchas más cosas. Es muy importante mencionar que si la seguridad es una prioridad cuando se usan portabebés, y las dobles comprobaciones una norma, cuando hablamos de un niño con una discapacidad, el tema tiene que ser enfatizado aún más. Pregúntese siempre «¿he comprobado esto?», y si lo ha hecho, entonces hágalo de nuevo. Merece la pena. Los tres primeros meses Bandolera de anillas. Demostró ser de gran utilidad durante los primeros meses ya que le portábamos en posición de cuna y él iba cómodo, cálido, y cerca de nosotros todo el tiempo. También su terapeuta apoyó la elección de este portabebé, ya que nuestro hijo siempre ha tenido una hiperextensión en la espalda (la dobla hacia atrás). Llevarle en una posición más curvada le ayudó durante esos primeros meses en que la postura natural de la espalda de un bebé es curvada. La bandolera también nos ayudó con esto en la posición ranita al frente. Fular. El fular fue la salvación durante estos meses también, ya que podíamos utilizar un rebozo corto para posiciones de cuna, o fulares más largos para posiciones de ranita o cuna (con nudo de cruz envolvente en ambos casos), el tejido podía ajustarse para sostener su cabeza según hacía falta (no tuvo control del movimiento de su cabeza hasta los 9 meses). Portabebés de inspiración asiática. Nuestro primer mei tai fue un Sachi, que adoramos. Lo utilizamos en posición ranita, y siempre asegurándonos de que se formaba un asiento, y de que el culito estaba más bajo que las rodillas, ya que esto proporcionaba a la espalda la curvatura que nuestro bebé necesitaba. DE LOS 3 A LOS 9 MESES Bandolera. Aún muy útil en posición ranita, pero como nuestro bebé creció y quería y era cada vez más capaz de ver el mundo comenzamos con los canguros. Le gustaba tener los pies libres, así que nos asegurábamos de que la tela cubría bien su espalda, bajo su culito, y hacía todo el recorrido hasta sus corvas. Esta posición ayudaba al control de su cabeza, porque él hacía un esfuerzo para ver cualquier cosa que atrajese su atención. Las posiciones de cadera no fueron útiles para nosotros, ya que él era aún demasiado atónico para ellas. Fular. Como la bandolera de anillas, genial para posiciones vientre con vientre (o barriga con barriga), pero cuando él quería tener una mejor vista del mundo le llevábamos con...
Read MoreEl uso de portabebés en situaciones especiales: Selena y sus pies zambos
Durante el embarazo ya nos diagnosticaron que nuestra hija tendría probablemente pies zambos. Como nos explicaron que tenía un tratamiento sencillo y que no habría ningún problema, no le dimos mucha más importancia, y me concentré en dar a mi bebé una bienvenida lo más respetuosa posible. Preparamos nuestra particular “canastilla”: un fular y dos rebozos mexicanos, ya que ¡queríamos ser papás canguro desde el principio! Así, Selena nació en una mañana lluviosa y fría de noviembre, rodeada de calor. Enseguida vimos que sus piececitos estaban totalmente torcidos, metidos hacia adentro, abrazados. No me importó: sólo pensaba en el tacto suave de su piel en mis manos, en el calor que desprendía, en el brillo de sus mejillas. Pero al día siguiente, con un día de vida, comenzó nuestra andadura por el hospital y el tratamiento que debería permitirle un día entrar en el Athletic femenino. La primera parte del tratamiento consistía en unos yesos: una escayola en cada pierna, de los dedos del pie hasta la ingle, que le ponían a la vez que le manipulaban los huesos de los pies. Después, le hicieron una tenotomía (corte del tendón de aquiles), a lo que siguieron otras 3 semanas de yesos. En total, se pasó algo menos de 3 meses enyesada. Cada semana había que volver al hospital a cambiar los yesos. Eso significaba cortar el yeso con una sierra especial (con cuidado para que el polvo de la escayola no le llegara a la cara), poner una nueva venda y volverla a enyesar mientras le presionaban ciertos huesos de los pies. También significaba tener que limpiarla de todo el yeso que quedaba pegado a su piel… Durante el cambio de escayolas, Selena no paraba de llorar y de gritar, y por mucho que nos decían que no le dolía, que gritan mucho pero que no hay dolor, yo sí la veía sufrir… La llevábamos en brazos todo lo que podíamos y, al principio, usábamos siempre nuestros rebozos en posición cuna para salir. El día de cambio de escayolas nos lo pasábamos pegadas, sin movernos una de la otra, tranquilizando con paciencia sus lloros, sus sueños agitados, sus gritos repentinos. El poder llevarla en portabebés nos ayudaba a acompañarla siempre, a tranquilizarla al salir del hospital, a ayudarla a dormirse… Aún así, no es tan sencillo llevar en portabebés a un bebé enyesado… Teníamos miedo de que se le clavaran los bordes de las escayolas y de apretarle demasiado las caderas. Pero al final, la posición con la que nos sentimos más a gusto fue con el canguro delante en un fular de sarga cruzada. Tras las escayolas, vino la férula. Durante dos meses y medio Selena pasó las 24 horas del día con unas botitas sujetas por una barra para inmovilizar los pies y mantener las piernas y las caderas en la posición adecuada. Esto hacía el uso de los portabebés aún más complicado, pero para nosotros igual de necesario. Aunque se fue acostumbrando rápido a llevar sus “zapatos especiales”, el principio fue particularmente costoso. Era muy difícil separarle las piernas lo suficiente para poder meter cada pie en su botita, apretando fuerte los cordones para que no se saliera el pie… Así que durante el comienzo de esta segunda etapa fue muy importante para nosotros poder llevarla encima continuamente y atender sus llamadas en seguida. Además, el fular nos resultaba imprescindible para dormirla. Pero esta nueva situación nos traía cuestiones prácticas que resolver… No sólo con los portabebés: ¡meterla en la silla del coche, en una hamaca, en un carrito, etc. es igualmente complicado con una barra...
Read More¿Cómo llegué a ser Mamá Canguro? Por Luisina: «la displasia de cadera de mi hija me introdujo en el mundo de los portabebés»
Luisina, Rosario (Argentina) La verdad es que la crianza de mi hija la manejé, desde el primer momento, de un modo intuitivo. Si bien me había informado mucho acerca de la crianza natural y había leído varios libros al respecto, al momento de tener a mi hija en brazos hice lo que me salió, sin hacerle caso a ninguna receta, y la verdad es que hasta ahora no nos ha ido nada mal. A los seis meses y medio le detectaron displasia de caderas… y le colocaron un «arnés de Pavlik», la verdad es que fue un shock tremendo porque mi beba ya se sentaba y, una vez colocado el arnés, ya no pudo hacerlo. Lógicamente, ella quería seguir descubriendo el mundo como todo bebé de casi 7 meses, así que se pasaba todas las horas del día a «upa» mía o de mi suegra, que es quien la cuida los dos días que trabajo por la tarde. Yo había comprado una mochilita comercial al mes de nacida mi beba, porque, al no tener auto, movilizarme con ella en carrito se me hacía muy difícil. ¡Pero siempre me pareció muy incómoda! Las tiras se me clavaban en los hombros… ¡no la soportaba! Cuando a Guillermina le colocaron el arnés, corrí desesperada a buscarla pero, obviamente la beba no entraba debido a la forma que el arnés le daba a sus piernitas. Ya mis brazos no resistían más y decidí buscar opciones, ayuda, informarme. Por medio de una amiga que había adquirido hacía poquito una bandolera me puse en contacto con el foro. La verdad es que en ese momento (si bien no soy de participar mucho) me sentí muy contenida. También me sirvió mucho la nota del blog acerca de la posición de ranita y sentí que no había hecho lo suficiente por mi bebé… y que, si hubiera tenido un portabebés tradicional desde el primer momento mi hija ya no tendría la displasia… ya que es leve. Una vez que me trajeron la bandolera me sentí algo desilusionada… ¡me costaba horrores ajustar las anillas!, pero de a poco, viendo mil veces los videos de la página, fui aprendiendo. Hoy por hoy… ¡pasamos el día en bandolera! Me resulta comodísima: cocino, limpio, hago las compras y viajo en colectivo con mi gordita a cuestas. Y, como siempre he creído que las cosas suceden por algo, agradezco al pequeño problema que tiene mi hija por haberme puesto delante de mis ojos esta experiencia maravillosa que implica cargar a nuestros bebés. Mi hijita sigue, de momento, con el arnés. En una semana tenemos control y espero que haya mejorado, pero eso no cambiará en nada la fortaleza que le dió a mi corazón tener a mi bebé tan cerca....
Read More¿Cómo llegué a ser mamá canguro? Por Marta: «¡el milagro!»
Marta. Por cosas de la vida, pasamos de no querer tener hijos a ser papás dos veces en menos de 6 meses. Mi hija mayor es fruto de la experiencia más maravillosa de mi vida: la adopción; y la llegada de su hermanita hizo necesario un reajuste familiar muy grande para que ninguna de las dos se sintiera desatendida. De entre todos los problemas que surgieron, uno fue la manera de desplazarme con las dos niñas. Mi hija mayor sólo tenía 20 meses, y no estaba preparada para dejar el carro, así que empecé a buscar alternativas para llevar a un bebé recién nacido. Conocía las mochilas comerciales, pero no me hacían gracia, siempre me han dado una sensación de vértigo, de que el niño va muy expuesto, y un día vi una foto de un bebé en una Manduca y supe que eso era lo que yo necesitaba. Nunca pensamos en utilizar la mochila con mi hija mayor, ya que ella no toleraba bien el contacto físico. Como mucho, permitía que la cogiésemos en brazos para llevarla de una habitación a otra, pero el contacto prolongado, los abrazos o cualquier otra muestra de afecto de este tipo terminaban en una explosión de lloros, rabia y angustia. Pasaban los días, mi bebé no nacía, y la Manduca nos miraba con pena desde dentro de su bolsa, así que nos armamos de valor, y decidimos probarla con nuestra hija. Durante 30 segundos se produjo el ataque de histeria que esperábamos, y después… ¡el milagro! Mi niña empezó a relajarse, a mirar el mundo desde la espalda de su padre ¡¡y a cantar!! No creo que nadie pueda entender cómo nos sentimos. Decidimos que la mochila sería para ella, y compramos otros portabebés: bandolera, pouch, mei tai, fular… y unos más que otros, pero todos le gustaron. De esto hace muy poco tiempo, pero creo que los portabebés han sido decisivos para el cambio que ha experimentado. De alguna manera, le han ayudado a reconciliarse con el afecto. Ahora puedo abrazarla, acunarla, besarla… y lo mejor es que ella es la que me pide besos o que la coja en brazos. Ojalá hubiese oído hablar antes de los portabebés, cuánto habría cambiado nuestro viaje a China con una simple bandolera… Ahora seguimos con el mismo problema, cómo voy a llevar a dos niñas a la vez en portabebés, pero sinceramente, ya no me importa lo mas...
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