Eva Margarita G., (Madrid)
Cuando estaba embarazada, como a muchas otras primerizas, me dio por hacerme con una inmensa reserva de objetos que me dijeron serían “imprescindibles” para la llegada de mi bebé. Y así, compré un gran número de cosas como una cuna, un carro con un montón de complementos, un esterilizador… Por casualidad descubrí por internet el mundo de los portabebés y me compré un fular elástico y una mochila ergonómica “por si acaso”. Cuando nació mi hija, ¡las cosas no fueron como me las esperaba! En cuanto la tuve entre mis brazos, supe que era lo único que quería hacer… Me atrapó para siempre. Así que los objetos “imprescindibles” pasaron poco a poco a un segundo plano total y absoluto, y los portabebés que compré “por si acaso” empezaron a formar parte de mi día a día. Mi preciosa princesa se dormía dentro de mi fular, y era una sensación absolutamente maravillosa, jamás podría haberla sospechado en toda su intensidad. El oler su cabecita, darle miles de besos… ¡Gracias a mi fular pude disfrutar de todo esto durante horas!
El fular elástico fue además una gran ayuda para combatir los cólicos, ayudar a la lactancia (con la que tuve muchos problemas), etc. Fue uno de los inviernos más gélidos que se recuerdan, según dicen, pero para mí fue puro calor.
Cuando tenía cuatro meses, quise investigar más sobre portabebés, y empecé a probar otras cosas (fular no elástico, mei-tai…), mi nena se sentía cómoda y podíamos pasear durante horas.
Y de repente, un día me di cuenta de que ya no usaba nunca el carro, de que me pasaba el día con mi pequeña pegadita. De que era más feliz que nunca en toda mi vida. Así que decidí regalar el carro, y seguir utilizando exclusivamente los portabebés. Además, vivo en el campo, y para sortear según qué caminos, los portabebés son sin lugar a dudas la mejor opción.
Y aquí estamos. Mi patatita tiene casi trece meses, trece meses en los que he disfrutado de ella intensamente, en los que nos hemos abrazado, besado y hecho cosquillas. Trece meses de risas y descubrimientos. Cuando pienso en qué es la felicidad, en mi cabeza sólo surge una imagen: un paseo por la playa con mi pequeña dormitando en un fular, con su cabecita apoyada en mi pecho. ¿Acaso hay algo más inmenso?
Siempre regalo portabebés a mis amigas embarazadas. Quiero compartir estas vivencias con ellas y que sepan que tener a tu bebé pegadito es increíblemente hermoso, algo que no hay que perderse, sin ninguna duda. La vida está llena de sorpresas, las cosas no son nunca como las esperábamos. En mi caso, mi hija ha venido a revolucionar mi mundo interior, y la imagen que tenía de la crianza de un bebé se ha trastocado completamente desde que decidí seguir a mi instinto y rodearla con mis brazos día y noche. Gracias, Fifí, por enseñarme a ser mamá día a día, y por dejarme crecer junto a ti.
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